Me cuelo en tu tertulia como siempre he entrado en tu casa. "¿Se puede? Vengo a ver contigo el atardecer, y luego si quieres vamos al cine y te cuento historias hasta que me tapes la boca para poder dormir. Y ya de paso vemos amanecer".
La casa de Patri siempre ha estado abierta. A veces incluso me bastaba la llave del candado de su bicicleta para entrar en su fortaleza y encontrarla al fondo del pasillo, envuelta en seda, radiante por los últimos rayos del sol del día que se colaban por su terraza y el calor de su estufa, aún encendida en primavera.
Ni siquiera tuve que llamar aquella tarde de de otoño que creí desfallecer, ni la que resucité en mi primavera de amor... Y me llevó de la mano aquellas que sólo nos pertenecen a nosotras. Tintos sobre la mesa, ensalada de pasta (sin vinagre, por favor) para la cena, el aire acondicionado batiéndose contra la avanzadilla del verano (por tu bien prefiero recordarlo encendido..), enfrente la última película que encontramos en el videoclub, a un lado mis sueños, a otro mi eterna compañera de viaje.
De la persona que fuimos quedan dos mil recuerdos, un ventrículo de lo que hoy somos, en tecnicolor.
Sara
viernes, 1 de junio de 2007
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